El síndrome metabólico consiste en la aparición simultánea o progresiva de un conjunto de síntomas, indicando problemas de salud de distinta naturaleza. El síndrome metabólico no es considerado una única enfermedad, sino la combinación de varias, por eso se lo conoce también como síndrome plurimetabólico. Entre los síntomas combinados figuran: compromiso con el metabolismo, el aparato respiratorio, circulatorio, cardiovascular. alto nivel de colesterol y triglicéridos en sangre, hipertensión arterial, diabetes: intolerancia a la glucosa, obesidad, adiposidad especialmente en abdomen, riesgo de enfermedad coronaria, cardiovascular, cerebrovascular. Pueden presentarse también cuadros alérgicos, especialmente ante un tratamiento deficiente. Pero la ausencia de tratamiento efectivo limita la calidad de vida y puede derivar en una franca disminución en la supervivencia.
Causas y tratamientos para el síndrome metabólico
¿Qué causa el síndrome metabólico? Se cree que factores genéticos serían responsables de este problema de salud. Sin embargo, también se hace hincapié en factores ambientales y en el estilo de vida como propiciadores de esta mal. Los malos hábitos en la alimentación, la falta de ejercicio físico son factores a tener en cuenta ya que el sobrepeso, la vida sedentaria promueven el desarrollo de obesidad. Como hay riesgo de diabetes y de colesterol alto, las dietas con alto contenido graso deben interrumpirse para evitar que prospere el síndrome metabólico. Dado que también hay compromiso con el sistema cardiovascular, cuando se presenta el síndrome metabólico se busca por todos los medios ---incluida la comida---frenar la hipertensión arterial. Desde luego, superar la y obesidad, el sedentarismo, el tabaquismo y la sobrealimentación se constituyen en objetivos clave.
Actualmente una de cada 5 personas del mundo occidental es considerada una bomba de tiempo cardiovascular, a causa del síndrome metabólico cuya población de riesgo ronda entre los 35 y 55 años sin distinciones de sexo. Por lo general, este enfermo consulta al médico cuando su cuadro ha avanzado y cuando ya se encuentra experimentando problemas en su organismo. Pero venía teniendo señales en su carácter, en pensamientos, en sus preocupaciones que prefirió negar, minimizar o postergar. Quien presenta un cuadro de sindrome metabólico por lo general no está llevando una vida armoniosa y feliz: convive con asuntos pendientes, sentimientos desagradables que no lo dejan tranquilo, a menudo es víctima de aspiraciones muy altas y se lleva muy mal con el paso del tiempo. El mundo interior de la persona que desarrolla el síndrome metabólico es tormentosa, con ansias de paz pero con dificultades para vivir la paz interior, con ciertas reservas para ingresar en su interior y conocerse. Se trata de personas con mayor tendencia a somatizar que a concientizar. Por lo general, aunque hay excepciones, se trata de gente de acción, no tanto de reflexión. Su lema es "hago luego pienso"; "quiero esto ahora"; "necesito aquello para ayer". Ambiciosos, perfeccionistas, por lo general ocupando puestos de autoridad. Desde nuestra visión floral, el síndrome metabólico es la consecuencia de lo que podría llamarse convivir con demonios en la conciencia. Análogamente, la superación de este trastorno debe venir acompañada de algo así como el Angel de la Guarda. No estoy refiriéndome a una manera ideal o romántica de resolver las cosas, sino a una muy práctica –enérgica y vital---que lo invito a considerar.
Los interrogantes que inmediatamente surgen son:
¿Por qué figuran los antidepresivos entre los remedios que se recetan para “combatir” el síndrome metabólico?
¿Por qué se prescribe un cambio en el estilo de vida orientado a la tranquilidad, la paz, la armonía mental?
¿Qué motivos explican que el tratamiento incluya una dieta rica en alimentos naturales y actividad física con preferencia del ejercicio aeróbico y al aire libre?¿Acaso no se está buscando por estos medios reponer las energías, las fuerzas vitales?.
En este sentido, estas elecciones médicas no pueden ser más acertadas, El síndrome metabólico puede servirnos como la gráfica viviente del descalabro descomunal que puede causar el desequilibrio energético, ---o la falta de energías y el consecuente desequilibrio emocional-- en la vida del hombre
La población de riesgo de presentar síndrome metabólico ronda entre los 35 y 50 años en el mundo occidental. Estos índices coinciden con la población productiva de un país. Una población cargada de problemas de trabajo, preocupaciones por asuntos de dinero, obligaciones, apuros, incertidumbres, celos, desconfianza y miedos relacionados con el futuro. Una generación cada vez menos conectada con la gente y más conectada con las computadoras; absorbiendo ondas electromagnéticas durante horas todos los días en lugar de absorber las ricas y vivificantes vibraciones en los intercambios humanos. Las jornadas laborales se extienden ocupando espacios de ocio y sofocando la liviandad que deberían tener los fines de semana. Y esto es motivo de desgaste energético y desequilibrio emocional si tenemos en cuenta que el ocio, las vacaciones, los fines de semana, el aire libre, el contacto con amigos, la alegría y diversión auténticas (no la euforia o la histeria), son fuentes de energía y canales de intercambio y liberación de energías. Cuando estamos desbordados de trabajo o de preocupaciones, necesitamos “tomar un respiro y reponer energías”, “tomarnos vacaciones y recargar las pilas”, evitamos las tareas pesadas o la gente “con mala onda” y nos arrimamos a nuestros seres queridos porque necesitamos rodearnos de energías benefactoras como son las de belleza, amor, comprensión, paciencia, etc. Energías positivas traen a la conciencia pensamientos positivos. Y así como los pensamientos negativos generan daños al organismo, así también los positivos resultan energías benefactoras, auténticos remedios. Enfermar y sanar: una cuestión de energías.
Los seres humanos somos capaces de experimentar emociones intensas; ello no significa que todas resulten desgastantes ni nocivas a nuestro sistema integral. Podemos desbordarnos de alegría cuando nos ganamos un premio; pero entonces no experimentamos la necesidad de reponer energías ni de tomarnos vacaciones pues la alegría misma de la mención nos ha repuesto las energías con creces. Y algo en nuestro interior estalla como consecuencia de la buena noticia, nos impide mantenernos quietos. Un impulso irrefrenable nos hace saltar, cantar, gritar, bailar, escribir una carta o componer una melodía. Al punto tal que cuando se sofoca la libre expresión de esta energía magnífica, cuando se le impide salir afuera, el individuo suele enfermar: una gripe, un resfrío, una contractura, un nudo en la garganta o en la boca del estómago, la pérdida de la voz, etc. Cualquier síntoma, por leve, no deja de señalar un bloqueo energético. Aunque hermosa esta energía del premio recibido puede desencadenar malestares si no se la deja circular. Necesitamos liberar toda energía que ingresa en el sistema; también las magníficas. Esa energía radiante que ingresó en nuestro sistema de un golpe con la buena noticia necesita circular hasta liberarse. Experimentamos un estado de bienestar porque esa energía radiante ha regado, ha ingresado como baño de luz para la totalidad de nuestro sistema y así es que experimentamos una iluminación en la conciencia, nos sentimos livianos, contentos, motivados, etc. todos ellos estados muy buenos. Lo contrario se aplica de idéntica manera e intensidad.
Obtenemos resultados igualmente intensos pero de carga energética contraria ante las malas noticias: aparece el decaimiento, la des-motivación, etc. El entorno cotidiano de la mayoría de las personas que presentan cuadro de sindrome metabólico está rodeado de factores que, al contrario de aportar energías, las consumen. Un poco como apagar la luz. Inhiben la libre circulación de la energía. A menudo prejuicios, reglamentos, cuestiones de formas y estilos impiden una expresión libre de las emociones. Características del ambiente aportarán lo suyo: las computadoras, las oficinas mal ventiladas, el ambiente tenso, el smog de las ciudades, el embotellamiento, las horas extras, chupan la energía. La desgastan. Y el cuerpo se resiente; se queja. El cuerpo habla con los síntomas: Quien quiere oir que oiga, dice el cuerpo. Pero que oiga a tiempo y que obra con sabiduría.
Los síntomas del síndrome metabólico, con su población de riesgo, dan cuenta de la infelicidad y el descalabro que produce la tensión que se vive hoy en las grandes ciudades obsesionadas por las finanzas, enfermas de información, infelices y frustradas ante la obligación incumplida de ser felices en ese hotel de lujo, de esa isla paradisíaca, en esa semana de oferta en las agencias de turismo----que hay que aprovechar para parecer inteligentes, modernos, informados, o para mostrar un estándard de vida envidiable. Si a ello hay que sumarle los problemas cotidianos típicos que se tiene en las grandes ciudades con los horarios, las finanzas, la competencia feroz, podemos comprender que el síndrome metabólico no afecte a los animales, ni a los niños ni a los campesinos. Y que pronto llegue a extenderse como riesgo para la vida personas cada vez más jóvenes.
Por lo general se coincide en que el mejor tratamiento para el Síndrome metabólico es la prevención, el control de los factores de riesgo y el cambio en el estilo de vida. Y en este punto surge otro interrogante: ¿mediante qué medios efectivos se ha de prevenir el desarrollo del sindrome metabólico, el cambio en el estilo de vida y el control de los factores de riesgo si no es por la vía emocional? Cuando leemos semejante prescripciones, parecen lógicas y sencillas de aplicar, pero lo cierto es que si resulta que la solución es tan simple, ¿por qué entonces es el síndrome metabólico tan difícil de frenar, y por qué, a pesar de los esfuerzos de médicos y de laboratorios farmacológicos, parece ir ganando terreno y ampliando el segmento de víctimas con el correr del tiempo?
¿Por qué no se recetan los remedios para la emoción en los consultorios médicos?
Peor aún: ¿Qué hace que algunos médicos eviten interesarse en esta temática tan conocida, tan bien aprovechada por la gente común y que tan buenos resultados produce con ausencia de efectos colaterales adversos?
¿Es ésta una pregunta de difícil respuesta, o acaso esta pregunta está tocando la vanidad profesional?
El panorama que ofrece el síndrome metabólico no es alentador. La actitud tozuda de algunos médicos, tampoco. Sin embargo, siempre hay una buena noticia. Los especialistas aseguran que pueden prevenirse serias complicaciones como las cardíacas, muy sencillamente mediante programas preventivos en defensa de la buena salud como por ejemplo, tratamientos para bajar de peso, actividad física o programas para dejar de fumar. Aseguran también que a la detección oportuna del problema se llega por medios accesibles y muy simples: basta someter una muestra a análisis clínicos cotidianos en sangre y orina para obtener el diagnóstico. Y diagnóstico en mano, comenzar el tratamiento. Está claro que, como en la mayoría de los problemas, también para los problemas de salud, en la detección oportuna del problema está la mitad de la solución. Pero a no olvidar que hay otra mitad esperando. La otra mitad correspondiente a la solución podría encontrarse en las formas. Las formas de resolver el problema: ¿otra cuestión de energías, o es cuestión de plantearse los interrogantes correctos, y no los habituales?
¿Cómo pueden las personas cooperar con el tratamiento de Síndrome Metabólico?
¿Cómo pueden cumplir con esa prescripción médica de mejorar la calidad de vida?
¿Se sienten todas con energía para de la noche al mañana, y a partir de mañana, forzar cambios drásticos en su manera de vivir? ¿O acaso esta imposición por parte de la autoridad no resulta un elemento más para agregar a la lista de preocupaciones?
La vida de quien produce un síndrome metabólico no es sencilla ni pausada. Los buenos consejos por parte de médicos, jefes, familiares y amigos, para tranquilizar al enfermo con síndrome metabólico le resultan a este enfermo completamente enfermantes. Las mejores intenciones pueden llenarlo de furia, crispar sus nervios, convencerlo de que se encuentra solo y que nadie lo comprende.
¿Cómo se hace para modificar de una vez y para siempre factores que han sido centrales y característicos en la vida de todo hombre?
¿Cómo se hace para afrontar la angustia y para llevar, además, a partir de ahora mismo una vida feliz?
La medicina tradicional propone resolver estos obstáculos con calmantes para los nervios y antidepresivos. ¿Es la salida correcta y efectiva?
La situación es preocupante si se la observa desde un plano más general y abarcativo: Los pacientes con sindrome metabólico conviven con demonios en sus conciencias, esto está claro. Pero ¿qué puede decirse de aquellos médicos que descalifican vías de resolución más efectivas, más sanas; que desvalorizan los remedios para la emoción o la homeopatía por considerarlas medicinas folklóricas, superchería o prácticas alquimistas de la Edad Media? Entre la población de riesgo, el porcentaje de médicos que se ha registrado padeciendo de síndrome metabólico resulta abrumadora. ¿Acaso estos médicos, en tanto seres humanos, no necesitan remedio para sanar sus emociones y para clarificar sus mentes?
Porque el hombre es mucho más que la suma de un cuerpo, una mente y un espíritu, porque es el resultado de una intrincada combinación de estas entidades, nunca conviene olvidar que si no se opera sobre la emoción, los esfuerzos sobre el pensamiento y sobre las acciones serán enormes; y sus resultados, dudosos. Que los descalabros emocionales no hacen distinción de raza, nivel intelectual ni tipo de formación académica: tocan tanto al hombre común como al gran especialista de cualquier área. Si no se da tratamiento a la emoción que perturba, sea ésta desconfianza, miedo, celos, tozudez, ansias de dominio, etc. los pensamientos habituales continuarán su curso y torturando. Para el paciente con síndrome metabólico, los pensamientos torturantes habituales continuarán torturando aún durante las clases de gimnasia al aire libre o mientras se aplica al desayuno con alimentos integrales. Si se pretende una superación completa del problema lo mejor será avanzar, adentrarse, dejar atrás las soluciones de maquillaje, llegar a esa pulpa y a ese corazón que se encuentran al fondo y del otro lado de la cáscara.
Gracias al cocktail de remedios comunes que por lo general incluirá antidepresivos, tranquilizantes, remedio para nivelar la presión sanguínea, remedio para la diabetes y para el colesterol, seguido de los remedios secundarios como por ejemplo, para prevenir la acidez, el malestar estomacal o hepático, o úlceras duodenales ocasionados por la batería de químicos que ingresan en el organismo con cada tableta, seguramente la mente quedará libre por un rato de la catarata de pensamientos ahora sumidos en un estado de aturdimiento, o adormecidos. Pero los efectos anestésicos no harán desaparecer la naturaleza emocional que define a una mentalidad, ni hará desaparecer a las penas. Nunca. Prueba de ello es el síndrome de abstinencia que aparece con furia ante la falta de algún ingrediente de este cocktail. La persona experimenta una suba en la presión arterial, porque las preocupaciones regresan. Los remedios comunes no ofrecen solución a los problemas humanos. Los remedios para la emoción si: ayudan al individuo a optimizar sus propios recursos para recuperar el equilibrio emocional y la consecuente claridad mental.
En la medida que no se imprima una nueva dirección a la conciencia, el mundo interior permanecerá inalterable; habitado por demonios. Los resultados de los esfuerzos logrados abusando y desgastando las fuerzas de voluntad, si buenos, serán de corta duración. Tener presente la incidencia del pensamiento sobre el estado de salud es una medida atinada. Pero sostener una atención efectiva de las energías (emocionales) que están orientando la cadena del pensamiento resultará en acciones aún más sabias y en resultados todavía más efectivos. Aprender a auto-asistirse en la emoción produce beneficios dignos de ser experimentados, ofrece una cadena de progresos auténticos y perdurables en la vida de estas personas que merecen con urgencia retornar a un estilo de vida gratificante. Porque el pensamiento es energía, atender a las energías emocionales será una medida inteligente capaz de resultar en el doble de satisfacciones, en la mitad de tiempo.
El mundo interior de todas las personas está habitado por ángeles y por demonios, en proporciones variables. Cuando se habla de mejorar la calidad de vida lo mejor que puede hacerse es tratar de interpretar completamente esta recomendación de principio a fin: desde origen hasta dar con la consecuencia. Cuando este análisis se lleva a cabo no tarda uno en comprender que la calidad de vida que hay que mejorar es la interior. Más lugar para los ángeles, más límites a los demonios. El que el propio Sigmund Freud invitara a sus pacientes a "convocar a los demonios" para superar sus fobias es prueba suficiente de que el mundo interior de todos los humanos está poblado de ángeles y de demonios. Algo indiscutible ocurre en nuestro mundo mental cuando machacan los demonios. No se los ve, pero se los siente. Su presencia es energía. Se deja sentir y a menudo es excesiva la fuerza que requiere el intento por disimular su carga. Ningún intelectual, ningún científico, ningún deportista, ni siquiera el Papa puede arrogarse el estar por encima y emancipado de sus propias emociones.
Todos convivimos con ángeles y con demonios cuyas energías vibra en nuestro mundo interior y nos orientan hacia la acción; esta es una verdad. Qué hace cada cual para neutralizar las cargas negativas es harina de otro costal. Desde este sitio recomendamos enfáticamente interesarse por dominar las técnicas para sanar las emociones con energías emocionales. Sanar emociones: nunca adormecerlas Sanar las emociones implica entrar en contacto con ellas, afrontarlas, asumirlas, reconocerlas como propias. Explorarlas para enterarse del mensaje implícito en ellas y que va revelándose con llamativa gracia a través de síntomas, del desarrollo de obsesiones e intereses personales, y con las conductas. Nos llevamos sorpresas siempre bien recibidas al descubrir que al final de cuentas, aquellos demonios no eran nuestros peores enemigos.
Cuando convocamos a los demonios y les hacemos frente, cuando empezamos a dialogar con ellos, empezamos a comprender su origen, su propósito; entonces, podemos empezar a comprenderlos. Empiezan a reconciliarse partes ocultas y oscuras de nuestra personalidad, con las más brillantes y mejor exhibidas. De este modo puede avanzarse hacia el acuerdo interior hacia proyectos más útiles y actitudes más acertadas. Lo contrario es desgraciado: La persona que niega sus celos, además de estar en problemas, quedará rezagada de múltiples maneras. Lo mismo ocurrirá con quien reniega de sus fobias, de sus inseguridades, de sus soledades y angustias. Nadie está exento de ellas, pero cada uno evidenciará una manera personal de abordarlas. Solo en la comprensión, en la reflexión sincera y solitaria puede prosperar un tratamiento completo. A diferencia del abordaje médico empeñado en "dar batalla y combatir al mal", la responsabilidad personal del practicante floral consiste en afrontar y aceptar para descubrir, corregir y superar. En resumidas, cuentas, la tarea consiste en dejar de batallar en contra del problema para resolver el problema. Dejar atrás la porfía de eliminar un supuesto enemigo interior permitirá ganancias estupendas como por ejemplo, descubrir un aliado enmascarado en el enemigo de siempre. Cuando esto ocurre, las fuerzas interiores se amalgaman a nuestro favor. La carga energética de aquél enemigo no se pierde porque no se o ha eliminado, (se lo ha revelado, traído a la luz y a la superficie); tampoco se desgastan nuestras energías porque no aparece la lucha ni el afán de eliminación.
Si nos sentimos bajo los dictados abusivos de un saboteador interior, podemos hacerle frente solo con nuestras energías renovadas. Entonces, conseguimos apagar la radio tortura, y al hacerlo, ingresan en nuestro interior las voces sabias, protectoras, creativas e impulsoras. Gracias a un impulso emocional adecuado como el que ofrecen los remedios florales, re-aparecen las entidades benignas, las sentimos. Algo así como el Angel de la Guarda emerge y se hace sentir embelleciendo experiencias, embelleciendo incluso la naturaleza de los sueños. Con las emociones armonizadas, esa energía malgastada en pesadillas reorienta su carga y empezamos a tener sueños de belleza, de abundancia, riqueza en las ideas y efectividad en acciones productivas en el mundo exterior. Los beneficios que solo el dominio del remedio emocional puede conseguir no merecen ni deberían tolerar la descalificación de nadie. Es tan grande el progreso que facilita un buen trabajo con las energías contenidas en las esencias, como grande es el atraso y el consumo de energías que se observan en los enfoques terapéuticos obtusos, prejuiciosos, cínicos o anticuados. Así como ocurre con las personas, hay remedios que brindan energías, otros nos la consumen. Pero en todo momento es nuestra la responsabilidad de elegir para nosotros el mejor.
Si bien es cierto que a los efectos de superar el síndrome metabólico resulta imprescindible el restablecimiento general acompañándolo con un estilo de vida saludable y una dieta apropiada, no es menos cierto que para generar estos acompañamientos es necesaria la energía emocional positiva. Forzar a una persona a disminuir su ritmo cotidiano, a trabajar menos horas y a practicar natación no implica necesariamente que esta persona consiga estar más tranquila y más feliz en la piscina obedeciendo estas saludables pautas médicas. Ni que disfrute en el intento. Todo lo contrario; en la mayoría de los casos, son llamativamente estas pautas médicas los factores que peor exasperar al paciente. Consiguen desesperarlo por lo cual, los antidepresivos vendrían al rescate. Los pacientes rechazan estas pautas que obligan a cambios de vida drásticos, les resultan una incomodidad, un estorbo, una tarea más para cumplir sin ganas. Si este paciente no consigue llevar a cabo las actividades terapéuticas con alegría y entusiasmo, si las realiza con pesadumbre y por obligación, generando en un clima interior desagradable, significa que estas pautas no constituyen el remedio para él; que estas actividades no son las indicadas para su caso ni constituyen la vía que lo ayudará a liberar las energías acumuladas. Indica también que habrá que explorar hasta encontrar esas vías de descarga saludable, Y esta es una llamada de atención a no dejar pasar: Por lo general, luego de algunos meses de intento se opta por abandonar sin sustitutos razonables a la vista. Estos pacientes sufren presionados por sus propios conceptos y limitaciones. Son por lo general muy estructurados, burocráticos, cargando con miedos ocultos o con prejuicios: lejos están de aceptar o permitirse tratamientos que aviven la creatividad para superar un problema del organismo. Y mucho menos de adoptar estos intentos como estilo de vida renovado. No es exagerado afirmar que en la mayoría de los casos son las pautas y creencias culturales las que necesitan tratamiento urgente. Mejorar el estilo de vida es el resultado de mejorar el mundo interior.
Si usted ha desarrollado el síndrome metabólico aproveche para preguntarse, ¿Quién se encuentra gobernando mi mundo interior ahora mismo; un ángel o un demonio?
La felicidad es una manea de pensar que puede aprenderse.
"En la felicidad no hay lugar para la enfermedad, ... la enfermedad es la última etapa de una causa mucho más profunda que se encuentra en la mente, es la materialización de un conflicto de naturaleza mental-emocional. aseguraba el Dr.Edward Bach, quien descubriera los remedios para sanar emociones agrupados en el set de esencias que llevan su nombre.
Las Flores de Bach no curan los síntomas ni las enfermedades atacándolos directamente como a se ataca a los enemigos.No batalle en contra de la enfermedad, recomendaba sabia y pacientemente el Dr. Bach: batallar en su contra aumenta su poder, aseguraba.
Bien utilizadas, las Flores de Bach curan síntomas y enfermedades porque van sanando las emociones adversas que fueron su causa.
Las terapia floral bienentendida propone un enfoque amable pero no menos riguroso; comprensivo pero no menos exigente respecto de la responsabilidad que debe asumir cada cual en pos de su sanación integral. Bajo ningún pretexto ha de eximirse al enfermo de la responsabilidad de su propio progreso. Todo individuo es responsable de su propia curación. BAch.
La vida interior de quien produce un síndrome metabólico es turbulenta. Se la vive como incompleta, imperfecta; con esa insatisfacción característica que viene con las ambiciones excesivas. Puede tratarse de una vida rica en objetos y pobre en felicidad; rica en allegados, y pobre en amistad o en confianza. Rica en experiencias y pobre en gratificaciones reales, en tranquilidad, amor o sosiego. Cada cual deberá revisar la suya si aspira a superar su problema de salud porque... detrás de toda enfermedad reposan nuestros miedos, nuestras ansiedades , nuestras ambiciones, nuestros gustos y nuestras aversiones. Vamos a buscarlos y curarlos, y junto con su curación se irá la enfermedad que estamos sufriendo....
Todo en la naturaleza es simple y perfecto; Nuestros problemas no están en las estrellas. El método de curación es simple: Ojalá que la simpleza de este método no los aleje de su empleo.
Edward Bach
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